AVILES
El difícil control de la noche LA VOZ comparte con la Policía Local unas horas de intenso trabajo nocturno en fin de semana
09.09.13 - 00:50 -
EVA BÁRCENA | AVILÉS.
El sargento Phil Esterhaus, veterano personaje de la serie de los ochenta 'Canción triste de Hill Street' pedía siempre a sus agentes que «tuviesen cuidado ahí fuera». Una frase cargada de significado cuando el trabajo consiste en enfrentarse a infractores y delincuentes, y más cuando el trabajo se realiza por la noche.
Son dos las patrullas nocturnas que la Policía Local organiza cada noche en la ciudad, que a partir de las 22 horas, cuando se nombra el servicio, comienzan su ardua tarea.
Eso sí, no están solos,
ya que el inspector de la noche se queda en la comisaria instalada en los bajos del estadio Suárez Puerta, junto con un agente en la Oficina de Atestados y otro en la Sala del 092 y Control del Tráfico; un local que en principio tenía el status de provisional,. aunque ahora incluso los 23 agentes de la última promoción, perteneciente al año 2007, bromean con su jubilación en el campo de fútbol.
«El servicio nocturno consiste en vigilar los edificios municipales u otras zonas propensas al robo», explica el subinspector, «como podría ser el 'ecoparque',
propenso a la desaparición de la chatarra». Además, la patrulla vigila
el botellón -contra el que no existe ninguna orden de desalojo-, el paseo de la ría, los ruidos de los bares, los accidentes de tráfico, la vigilancia de que los dueños de perros estipulados como 'peligrosos' cumplan todos los requisitos, la utilización apropiada de las tarjetas de minusválidos, que se cumplan los descansos acordados dentro del colectivo de taxistas e incluso pasan un par de veces a vigilar la zona de Llanoponte en la que se ejerce la protistución.
«Lo que más trabajo suele dar es el horario de cierre de los bares», afirma su compañero, «aunque durante San Agustín no se controla, ya que la Ley de Espectáculos Públicos permite mayor libertad durante los festejos». Un horario de cierre que va unido a la otra gran dificultad a las que se enfrentan durante el horario nocturno, las borracheras. Aunque sí que reconocen que, durante la noche, tienen menos enfrentamientos con la gente. «Al no haber público, se controlan más», asegura uno de los policías en el transcurso de una ronda nocturna a la que asistió LA VOZ DE AVILÉS.
En cada coche patrulla suelen ir dos agentes uniformados, además de un agente de paisano en algún servicio extraordinario. «El compañero con el que patrullas es muy importante», explica el subinspector al mando de la dotación, «
si no hay ningún servicio la patrulla es aburrida, así que al menos tener un compañero con el que tengas buena relación y con el que no amargarte». Los tres agentes sienten que a veces su trabajo se menosprecia ante el desconocimiento de los ciudadanos. «Las multas son un gran lastre para que valoren nuestra función», lamenta uno de los policías, aunque «todo depende de en que lado de la infracción estás», puntualiza, «de si te cae la multa por tener el coche en doble fila o eres el conductor al que se le entorpece el paso y va con prisa». Además, como señala el agente, «somos un colectivo muy grande, y a pesar de que hay gente muy válida, las faltas de uno acaban pagándolas el resto».
A lo largo de la noche se nota su veteranía patrullando gracias a la facilidad
con la que detectan una infracción. «La experiencia te enseña que si un coche va despacio, pone muchos intermitentes o el conductor te gira la cara, es que algo no va bien», explican los agentes, que desde noviembre pasado se sirven de un nuevo sistema de PDA para identificar los vehículos.
«Introducimos la matrícula del coche y aparecen todos los datos necesarios», muestra la agente, «lo que facilita nuestra labor y evita tanto perder el tiempo llamando a la Guardia Civil como sobrecargar de trabajo a la emisora».Sin embargo,
aunque se trabaja para no recurrir a la colaboración con otros cuerpos de seguridad en trabajos menores, la Policía Local continúa colaborando con el otro colectivo que tiene potestad en la seguridad avilesina, como es la Policía Nacional. «Normalmente cada uno tiene su trabajo», aclara el subinspector,
«pero se han dado casos de recibir llamadas y no tener una patrulla disponible porque ambas están ocupadas, así que se les avisa a ellos».A pesar de que definen Avilés como una ciudad «segura», destacan varios puntos 'negros' para el tráfico, como la carretera de Luanco, la avenida de Cervantes o la Arteria del Puerto.
«Al final, un delito solo existe si se persigue», señala uno de los agentes, una pequeña crítica a la falta de medios y personal. «La mayoría de las infracciones que detectamos al volante no dan positivo en alcoholemia», explica un agente,
«son otro tipo de sustancias los que tendrían que controlarse, sobre todo el pequeño menudeo», señala.
Esa escasez de medios obliga a las patrullas a solicitar en ciertos casos un análisis toxicológico al Hospital San Agustín, generalmente un examen de orina. «A veces, llegas a perder todo el turno allí, esperando a que
el presunto delincuente acceda a colaborar», lamenta uno de los agentes. Una pérdida de tiempo que podría solucionarse si se adquiriesen aparatos específicos para estos controles que ya se ven en otros cuerpos, aunque su elevado precio parece alejarlos de momento de la partida de gastos del Ayuntamiento.
Tampoco parece que la falta de personal tenga una rápida solución a corto plazo, dada la falta de plazas ofrecidas por parte de la Administración, pero los agentes señalan que las nuevas generaciones que se están formado en las academias están «mas preparadas», aunque al final «un policía se hace en la calle»,
donde los infractores te van actualizando cada día de trabajo.
A pesar de todos los problemas a los que se enfrenta la profesión, cuando hay que actuar los agentes dejan de lado la charla y sacan su lado más profesional, demostrando que, como afirmada el subinspector, hay gente muy válida en la Policía Local.
Entre los incidentes mayores a los que tuvieron que enfrentarse
durante una noche de viernes, cuando LA VOZ patrulló con ellos, se encontró
una llamada de protesta por una persona que, supuestamente, estaba
tocando la gaita a altas horas de la madrugada en el Parque de Cabruñana, o
un grupo de jóvenes que, presuntamente,
intentaban arrancar un árbol en este mismo lugar. Un suceso que se saldó con la identificación de los allí presentes,
entre los que se encontraba un implicado en el atentando que ocurrió el 11 de marzo de 2004 en Madrid. Supervisión y pruebas
Más peligrosa fue la intervención que se realizó en una de las naves que se encuentra en la zona portuaria. Tras pasar en un primer momento por el lugar y toparse que una de las alarmas había saltado, pasaron una segunda vez para encontrarse la puerta de una de las naves abierta. A pesar de que resultó ser un descuido del propietario, no hubiese sido la primera vez que roban en esa zona, buscando cobre o chatarra.
Entre los controles efectuados,
un conductor dio positivo en una alcoholemia, lo que obligó a ponerle una denuncia y proceder a llamar a la grúa para que retirase el vehículo, «otro de nuestros lastres» lamentaba uno de los agentes. A pesar de que el conductor aseguraba no haber bebido apenas, los agentes le recordaron amablemente que conducir ebrio es una infracción que, en el mejor de los casos acaba en una multa de 500 euros y la retirada de 4 puntos del carné, y que en el peor de los casos puede acabar en un fallecimiento.
A lo largo de la noche, se recibieron además
llamadas quejándose del ruido supuestamente ocasionado por un grupo de jóvenes en un local, una llamada de socorro de una señora que presuntamente tuvo un enfrentamiento con su hijo, contra el que no quiso poner ningún tipo de denuncia,
y una llamada de lo que parecía un caso de violencia de género, un drama al que la Policía Local se enfrenta en conjunto con la Policía Nacional. «Mi primera intervención fue un caso de violencia de género» contaba la agente, «y como mujer, es un trabajo muy duro».
Sin embargo, la intervención anecdótica de la noche se dio en la calle Camino de Heros, donde un propietario olvidó apagar una antorcha de gas, alarmando a los vigilantes del Hospital San Agustín que dieron la voz de alarma, movilizando tanto a la Policía Local como a dos vehículos del Servicio de Bomberos. Un evento que se resolvió a manos del propietario, quien apagó la antorcha sin que fuera necesaria ninguna actuación.
Con semejante trabajo, parece que la recomendación del sargento Esterhaus cobra una importancia vital: «tengan cuidado ahí fuera», insistía.
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