El articulista expone un nuevo enfoque de la Policía de Barrio, la incidencia de la burocracia y la utilidad de las nuevas tecnologías de la información en la organización policial, el medio ambiente y la seguridad ciudadana.
Pocas industrias tienen un impacto ambiental más dañino que la industria papelera. Para la fabricación de una tonelada de papel se requieren dieciocho árboles con una edad promedio de veinte años. El excesivo uso de papel en impresoras, fotocopiadoras y tareas burocráticas de las Administraciones públicas contribuye en gran medida a la deforestación de los bosques y selvas húmedas. Centramos nuestra atención en los órganos administrativos por ser la actividad que debe dar ejemplo a sectores que hacen la vista gorda al riesgo ecológico y a una sociedad sostenible. Subsanar la burocracia y crear una producción limpia es un deber urgente que anunciaron en la foto políticos y gestores públicos. No se resuelve el problema utilizando papel reciclado en determinados escritos teniendo los medios técnicos que posibilitan su sustitución. Habrá que esperar la llegada de la nueva generación joven, quienes no conocerán un sistema burocrático, reemplazado totalmente por las tecnologías informáticas y la finalidad de agilizar procesos humanos más libres en la producción y los servicios.
Uno de los servicios públicos que más hace uso del papel es la Policía. El trabajo genuino policial no consiste en pegar tiros como en la guerra, emplearse a fondo en la investigación de crímenes sin resolver o intervenir en frecuentes escenas de acción que muestran las películas televisivas, es más una labor constante de escritos sobre papel, denuncias, actas, diligencias, informes, oficios, etc., siendo el bolígrafo la herramienta principal de trabajo que paulatinamente irá sustituyendo el ordenador y, sólo en situaciones excepcionales de legítima defensa, se puede hacer uso del arma reglamentaria.
Nuestra propuesta intenta aportar un granito de arena ofreciendo un modelo de organización policial fundamentado en la Policía de Barrio más acorde con los tiempos que corren y apostando por las tecnologías de la información para suplir la burocracia. Una organización que logre anticiparse a las nuevas necesidades sociales con una estructura flexible que desarrolle equipos reducidos, centrados en las prestaciones más que en departamentos formales, con nivel jerárquico horizontal, como más adelante veremos, que permita rapidez en la toma de decisiones. Todo lo contrario a un modelo policial centralizado que produce la máxima burocratización del sistema, aumentando la jerarquización del escalafón de mando, replegándose sobre sí mismo y alejándose del ciudadano.
La Policía de Barrio del siglo XXI será el resultado final de un proceso iniciado en la década de los ochenta en los cinco continentes con la puesta en práctica de diversas experiencias pilotos denominadas policía de barrio, policía de proximidad, policía de solución de problemas y otros apelativos. En España se implantó por primera vez con la llegada de los consistorios democráticos. Pretendió acercar la policía a los ciudadanos en un esquema simple consistente en patrullar los barrios a pie. Se puso en funcionamiento tanto en las policías Locales como en las policías del Estado con evidentes signos de propaganda política encaminada a ganarse el apoyo de la opinión pública por medio de los sistemas de difusión de masas. Con el tiempo fue perdiendo protagonismo desapareciendo en gran parte del espacio público.
El peso de la policía tradicional de corte militarista sigue primando en la organización, estructura y funcionamiento de las nuevas Policías de Barrio que se activan, aún en el contexto de gobernabilidad democrática, donde la Administración pública y la policía con las reformas emprendidas facilitan la participación de los ciudadanos en órganos colegiados de seguridad local.
Desde la óptica de la legitimación social de la policía los logros obtenidos son significativos respecto a su anterior modelo tradicional ofreciendo resultados esperanzadores en la mejora de las interacciones entre la policía y la comunidad de los barrios.
La Policía de Barrio sigue siendo el paradigma policial más divulgado en abundantes programas políticos y, la práctica de diversos diseños en las policías Locales y del Estado, con el propósito de lograr su último ajuste e integración definitiva en la sociedad no acaba nunca de perfilarse.
El mayor obstáculo y freno de contención para alcanzar los objetivos buscados es la burocracia Administrativa, especialmente la policial, y el reto más importante es asumir la necesidad de impulsar transacciones en materia de enfoques, es decir, de modelos de gestión y cambios organizacionales claves, superando la debilidad de las respuestas de los organismos públicos y la institución policial.
A día de hoy se ha avanzado en determinados servicios policiales que ponen especial énfasis en la atención al ciudadano, escuchando de cerca sus denuncias, quejas e inquietudes. Este prototipo de relación policía ciudadano se ejerce en paralelo con el tradicional modelo reactivo que actúa a las llamadas telefónicas realizadas por los requirentes, distanciando a éstos y a los problemas originados en el barrio de la policía que es la encargada de resolverlos con actuaciones tendentes a evitar la comisión de actos delictivos e infracciones administrativas, misión distinta a la de denunciar los hechos. No basta con la denuncia. La policía debe participar en el mantenimiento de la seguridad pública a través de la prevención proactiva, no sólo de la prevención tradicional consistente en patrullar los barrios en actitud vigilante hasta detectar la infracción para denunciarla. La policía tiene que garantizar la seguridad ciudadana.
No siempre es imprescindible usar el procedimiento llamada telefónica respuesta policial, acción-reacción. En muchos casos, la “presencia” policial en el lugar donde puedan suceder los hechos impediría la comisión de los actos delictivos, “prevención,” o ayudaría a reducir los delitos con el contacto permanente de la ciudadanía, sus asociaciones, organismos públicos e instituciones, “proactividad”. Adoptando sus características idóneas policía presencial, preventiva y proactiva, y usando medidas organizativas apropiadas para el mejor rendimiento policial además de formar convenientemente a los agentes supone un esfuerzo de eficacia hacia la Policía de Barrio.
Pensamos sin temor a equivocarnos que única y exclusivamente en las policías Locales tiene cabida el proyecto de la Policía de Barrio. Las policías de los ayuntamientos asumen un amplio abanico de competencias que da perfecta respuesta a la demanda ciudadana. Es en el ámbito local, el municipio, continente arquetipo de los barrios donde a diario los ciudadanos piden soluciones urgentes y eficaces en problemas de tráfico, infracciones a ordenanzas municipales, medio ambiente, ruidos, mendicidad, venta ambulante... Agentes de la autoridad que comprueban in situ la concesión de licencias y autorizaciones, verificando que no se producen perjuicios ni daños a terceros o disponen de medidas correctoras adecuadas en obras y actividades. Colaborando en el mantenimiento de la seguridad ciudadana y participando también en funciones de policía judicial. Además de lograr con prontitud el contacto directo con otros servicios municipales conociendo bien los departamentos como bomberos, urgencias médicas, limpiezas, mobiliario urbano, etc.
Considerando el contexto urbano actual, según Rostow, como una sociedad urbanizada, consumista y motorizada, destacando que en el siglo XXI se están viviendo los comienzos de la interconexión total a la que convergen las telecomunicaciones, a través de todo tipo de dispositivos que son cada vez más rápidos y multifuncionales e inalámbricos, añadimos también que es una sociedad de la información tecnológica y aprovechamos este importante recurso para la Policía de Barrio. En efecto, estas herramientas portadas por los agentes o instaladas a bordo de motocicletas y vehículos radio patrullas: Pantallas táctiles y navegadores, verificadores de documentos, detectores de materiales, cámaras de video y lectores de matriculas, PDA’s, etc. van a posibilitar la eliminación en gran medida de los papeles, del exceso de burocracia y la información se facilitará en tiempo real y con plenas garantías de seguridad.
Eliminar la burocracia es el gran reto al que las policías Locales tienen que aspirar sin dilación alguna instalando una red de trabajo que posibilite la intervención policial telemática desde cualquier punto de la ciudad a bordo de los vehículos policiales. Implementando la tecnología informática se suprimen las oficinas incrementándose el número de agentes en la calle. La cadena de mando vertical se transforma en horizontal al desarrollar el trabajo cotidiano fuera de los despachos, en los barrios de la ciudad, recabando información de las organizaciones ciudadanas, autoridades competentes, emisora directora o sistema informático para ordenar el servicio de modo que todos los componentes de un determinado Cuerpo de policía Local formen un conjunto más activo e integral. Es el sistema horizontal de trabajo, deducido del “Principio de incompetencia de Peter”, un mal cuyas consecuencias afectan a toda organización jerárquica vertical: burocracia inoperante, pérdidas de tiempo, decisiones erradas... Apropiado para organizar la Policía de Barrio mejorando su utilidad funcional manteniendo activos en el servicio de calle a los más capacitados, los mandos, aprovechando también en calidad de operativos a sus conductores y a los vehículos asignados. Radicalmente opuesto al modelo jerárquico vertical, donde las firmas de órdenes de servicios y las estampaciones de entradas y salidas junto a los escritos que realizan policías ocupados en puestos de trabajo de oficinas restan tiempo y ejercicio a las tareas del servicio ordinario, mientras, la burocracia aumenta paulatinamente desplegando su ineficacia funcional e incluso daña al medio ambiente.
La rigidez de la burocracia ofrece pocas oportunidades al ejercicio de las capacidades creativas, tomando decisiones con lentitud o siendo imposible aplicarlas a casos inusuales, anquilosándose, retrasando los cambios de viejos procesos a nuevas circunstancias, dado que quienes tienen poder buscan preservarlo y carecen de flexibilidad, dirigiendo el trato a los seres humanos como objetos impersonales. Este lastre o sobrecarga burocrática tiene una influencia decisiva sobre la práctica policial en cuyo trabajo existe una parcela de poder que la sociedad presta y tiene que ser devuelta en forma de servicio, responsabilidad y comprensión. El acercamiento de la policía a los ciudadanos a través de un modelo policial descentralizado y, por consiguiente, desburocratizado genera empatía y sentido común, para comprender en profundidad el mensaje del otro y así establecer un diálogo.
Con las nuevas tecnologías se pueden confeccionar los escritos sin usar papel en el lugar donde ocurren los hechos de forma automática y recabar mejor la información con manifestaciones en caliente de testigos presenciales, captación de imágenes por videocámaras apreciando el impacto de las heridas producidas en lesiones o daños a las cosas y, en el ámbito administrativo, deterioro por deficiente conservación de edificaciones, socavones en vía pública, obstáculos en salidas de emergencias, exceso de aforo en actividades recreativas, etc.
Es en el territorio y ambiente del barrio donde debe asentarse la policía, para la protección de los intereses de los que allí conviven y de un interés superior y general que no ha de verse entorpecido por conveniencias burocráticas que se expanden y multiplican con la planificación de organigramas de funcionamiento. Organizar, dirigir y evaluar la actuación policial por métodos cartesianos y estadísticos pretende reducir la realidad a esquemas lógicos manipulables. Esta tendencia se enfrenta a la construcción de nuevos métodos de trabajo más acorde con los cambios que acontecen en el día a día y, su variabilidad de acción, sustituye la rigidez de planes determinados por la innovación en función de los problemas planteados, los bancos de datos y la utilización automática de los ordenadores.
En los últimos años ha sido ampliada considerablemente la dotación de motocicletas y vehículos radiopatrullas, lográndose con este medio de transporte por su rápida movilidad un instrumento adecuado que no puede ser despreciado al servicio de la Policía de Barrio, por las grandes distancias de recorrido en las poblaciones junto al fenómeno automovilístico que ha supuesto la adaptación al medio de la delincuencia habitual. Dando prioridad absoluta al uso de vehículos ecológicos en respuesta a los problemas medioambientales. Mientras que en zonas reducidas, parques públicos, avenidas comerciales, grandes recintos cerrados, etc. el servicio es conveniente realizarlo con patrullas a pie, Bicicleta o a caballo. La composición mínima de los equipos de Policía de Barrio será de dos agentes, pudiendo formar conjuntos de trabajo combinando dos motocicletas y un patrulla, y otras formaciones en función de la zona o barrio. Deben trabajar con total flexibilidad, libertad de movimiento e iniciativa propia en la solución de problemas específicos del barrio sin que la denuncia sea la única solución efectiva. Tendrán especial cuidado de no usar la vara de medir en pequeñas infracciones cometidas por instalaciones, actividades en la vía pública y locales comerciales, salvo que se les requiera por perjudicar a tercero. Este precepto hoy en día olvidado viene recogido en el Reglamento de Actividades Molestas, Insalubres, Nocivas y Peligrosas donde dice: “No se pongan trabas excesivas al ejercicio de las industrias.” Hay que dejar que las pequeñas infracciones se vayan corrigiendo con el transcurso del tiempo al tramitarse las licencias. Es preferible informar con talante democrático a los comerciantes sobre su corrección, tónica que impera en los pequeños municipios donde la figura del Policía de Barrio es real y personificada en la convivencia con los vecinos. Las grandes urbes deben tomar ejemplo. La Policía de Barrio será auxiliada por agentes de paisano y uniformados en el trabajo diario que pertenecerán a unidades centrales en intervenciones de accidentes de tráfico, venta ambulante, mendicidad en carriles de circulación y otras. Unidades centrales de intervención que son absolutamente necesarias en momentos puntuales de urgencia cuando la Policía de Barrio con sus recursos en primera línea no pueda solucionar los problemas graves que se generan en la realidad social o por razón de intervención especializada.
Lo anteriormente apuntado, de modo breve, podría ser un modelo de organización con sentido práctico y funcional aunque para su fijación definitiva, redundando en la eliminación de la burocracia, es preciso jugar un papel activo en el diseño, desarrollo estructural y tecnológico, promoviendo debates, proporcionando nuevas estrategias y fomentando buenas prácticas orientadas a prestar un servicio excelente a la ciudadanía como elemento esencial de trabajo, sin menospreciar las Nuevas Tecnologías de la Sociedad de la Información que ha posibilitado un sinfín de servicios de utilidad interna en el ámbito municipal como videocámaras del tráfico rodado, visión interior en autobuses urbanos, edificios públicos, centros de enseñanzas, interconexión de edificios municipales, redes semafóricas, control de mobiliario urbano, etc., instalaciones que tienen una importancia decisiva en el bienestar de los ciudadanos y pueden ser aprovechadas para la seguridad de la ciudad. Y los PDA’s, Asistentes Personales Digitales, ya implantados en algunos ayuntamientos lo que ha supuesto un cambio revolucionario en los hábitos de la policía. Estos nuevos dispositivos PDA’s, PC y TABLETS disponen de un sistema de geoposicionamiento y aviso de emergencias, permitiendo el envío directo a la unidad central de denuncias, recogida de incidencias en la vía pública, fotos y vídeos, con posibilidad de redacción de informes, atestados y otras aplicaciones.
Hacer uso exclusivo de la Tecnología de la Información en seguridad ciudadana, eliminar la Burocracia precaria organizativa y funcional, acercando la policía a los barrios de modo efectivo a través del modelo de Policía de Barrio, sin oposición alguna por parte de la sociedad civil en la información y captación de datos con las debidas garantías judiciales, pasa por dar respuesta convincente a las demandas de la población, de la sociedad en su conjunto.
El territorio donde viven los ciudadanos tiene que servir para fomentar su desarrollo y bienestar. Vivir en libertad, desarrollando y exaltando el pleno derecho de reunión en la calle, ganando espacios urbanos con poder de convocatoria social, peatonizando calles para andar o reunirse, aprovechando retranqueos de edificaciones, rincones muertos para recuperar la vida, atractivo y salud social donde quepan todas las propuestas, aficiones y tertulias haciendo frente con el despertar de las personas a los grupos de presión ocupados en controlar como el marketing las acciones e intenciones de voto, gustos y preferencias de los ciudadanos cuando se reúnen en espacios urbanos participativos donde se educa la conciencia. La policía tiene acceso a esa información, la vigila, trata e informa a los poderes del Estado y la susceptibilidad de los ciudadanos es saber si queda garantizada su seguridad sin filtrarse a las grandes corporaciones o lobbies para evitar cualquier manipulación.
Vivimos invadidos de sobreabundancia de información y la netocracia es la nueva clase dominante al servicio de los dueños de las redes y medios de comunicación quienes ostentan el poder. La información global está en sus manos, siguen utilizando la información para sus propios intereses: publicitan sus negocios, manteniendo una ideología determinada, demonizando a sus detractores. Ellos son quienes diseñan nuestra burda percepción de este mundo globalizado. Contribuyen a nuestra imposibilidad de entenderlo, recibiendo información manipulada y dosificada en nuestro tiempo atencional cegando nuestra conciencia, incluso, condiciona a los políticos en su discurso errando sobre la realidad y los problemas urgentes que afectan al mundo.
Cada vez tenemos más información, pero los datos concretos y la información subliminal siguen siendo unilaterales. La capacidad de las industrias mediáticas uniformizan los gustos culturales, la ética y lo políticamente correcto. Seguimos viendo las mismas películas de policías y ladrones, los repetidos programas de televisión y el gran espectáculo del fútbol. La misma cantinela y música de fondo que retroalimenta nuestro voto.
El foro romano se encuentra en Internet ampliando el debate más allá de los parlamentos hacia una democracia participativa donde los ciudadanos en sus soledades cibernéticas, expresan opiniones, pensamientos y actitudes, flujos de información trascendentes que abren la puerta virtual dando paso al ágora de la calle, lugar de encuentro, manifestaciones y revueltas de la multitud como la de los barrios periféricos de París en 2005. Montañas de jóvenes, muchos licenciados universitarios sin oportunidades laborales, se enfrentan a escuadrones de policías en cualquier lugar de la aldea global, de las grandes ciudades, buscando la mínima ocasión o excusa para hacerlo. Las políticas de seguridad pública y protección ciudadanas deben prevenir los males antes que curar sus efectos: incendios, daños y destrozos urbanos junto a policías y alborotadores heridos, muestra suficiente de la quiebra del orden público. Otros son los métodos de prevención que no implican el uso de la fuerza pública y el cada vez más sofisticado material antidisturbio.
En estas estructuras sociales donde el sistema está cerrado con pocas posibilidades de apertura y progreso el poder económico sigue obteniendo beneficios para ellos mismos, los ricos, y se organizan como el CFR, COUNCIL ON FOREIGN RELATIONS, un poderoso centro de análisis y planeamiento geopolítico y estratégico en la globalización de la economía y las finanzas, planificando lo que ocurrirá en cualquier región del planeta. El 80% de los presidentes, gerentes y accionistas de las empresas estadounidenses son miembros del CFR. Conocen que países tendrán prosperidad y cuales tendrán conflictos armados.
La seguridad y desprotección de los ciudadanos tiene múltiples puntos de vista, podemos ver como las cárceles están llenas de pobres, la contaminación atmosférica de las ciudades se hace insoportable, los alimentos saturados de ingredientes químicos es lo que ofrecen para comer, el puteo laboral sin descanso y la vida frenética que llevamos crispan nuestros nervios y calientan más nuestra sopa. Nos enferman y matan despacio como el hambre, el cabreo crónico y los cigarrillos. La seguridad pública también está en la crisis y los despidos masivos de trabajadores, en el desmantelamiento del estado del bienestar, en el coste de acceso a la educación, la parcial asistencia sanitaria y, gravemente, en la insostenibilidad de la producción económica defendida por la plutocracia que gobierna el mundo poniendo el planeta en riesgo ecológico. Lanzamos sin parar peligrosos contaminantes al aire y al agua. La expansión desenfrenada de productos químicos en la agricultura, la industria y actividades destructivas filtrándose a los océanos y a las reservas de aguas subterráneas es más abundante de lo que se sospecha. Cada segundo se talan 0,6 hectáreas de bosques, eliminando millones de plantas y animales. Se emiten a la atmósfera ingente cantidad de dióxido de carbono por la combustión de los derivados del petróleo y la destrucción de los bosques, elevando considerablemente las temperaturas afectando al cambio climático, destruyendo la capa de ozono tan necesaria para la vida en la tierra. Y, por no parar aún más en el empeño de seguir dañando el planeta, los peligros de radiación electromagnética, biológica y nuclear acechan la vida humana.
A medida que la seguridad de los ciudadanos se pone en entredicho aparece el enfrentamiento político entre aquellos que quieren y conciben un orden determinado y aquellos que no. Una policía centralizada o cercana al ciudadano implica necesariamente una vinculación con los gobernantes políticos o con el pueblo soberano. El ejercicio de la democracia no consiste en votar cada cuatro años y luchar entre partidos políticos, sino en demostrar la práctica de políticas encaminadas al bienestar general del pueblo. Estar permanentemente vigilados por cámaras cuando paseamos por la calle, viajamos en los trasportes urbanos o usamos tarjetas de identificación en el trabajo, cajeros de bancos, en el supermercado y en tantos lugares donde se controla lo que hacemos exige la aceptación de estas medidas, sabiendo que la sociedad vive en democracia y los instrumentos de control social están a su servicio.
Disquisiciones de índole jurídico y cuestiones de técnica policial ofrecen el debate mediático sobre la Libertad y la Seguridad, donde en el fondo subyace el control de las ideas políticas que nacen de la Libertad de Expresión. El santo oficio de la inquisición criminalizó el pensamiento y la conciencia. Hubo un tiempo de censura. Hoy, cuando lo que se dice no es plato de buen gusto para el puritanismo y la mojigateria no se entera nadie.
El urbanismo personifica los barrios o los hace impersonales, no son de recibo e incompatibles las delimitaciones de zonas residenciales fortificadas, áreas del sector terciario desoladas y los guetos donde a merced de la penuria y los salarios insuficientes viven los humillados. La futura planificación urbanística no podrá ser si no es construida junto a renovadas formas de producción económica y a una nueva sociabilidad. La seguridad ciudadana no consiste en el control social de determinados ciudadanos sospechosos vistos a través de la óptica distorsionada que criminaliza la pobreza, es acabar con los privilegios y la especulación que mantiene el poder económico, eludiendo el pago de impuestos, la edificación en zonas verdes y espacios abiertos, la concesión de licencias urbanísticas fáciles, el incumplimiento de dotar de plazas de aparcamiento a los usos urbanísticos produciendo atascos y caos circulatorio, el aire infecto de contaminación atmosférica y acústica, barrios desatendidos y hacinados infectos de jeringuillas, pintadas grafiteras de protesta y vehículos abandonados, caldo de cultivo donde no pueden jugar los niños, víctimas de una existencia frustrada, sin expectativas de futuro.
Deben sustituirse los criterios que se han mantenido en España durante mucho tiempo de prohibir, denunciar y sancionar de modo cuantitativo con multas desmesuradas, ese afán recaudatorio que nunca ha tenido ocasión de demostrar su eficacia. Antes de llegar a la sanción existe un amplio margen de discrecionalidad que es preciso valorar, primero por procedimientos genuinamente democráticos que afianzan la Libertad, después, usando los recursos que la Administración dispone al servicio de la Seguridad.
Cuando se pone en tela de juicio la autoridad al mínimo atisbo de abuso de poder, acentuado por los enormes contrastes sociales y la educación insuficiente, los espacios públicos se perciben como algo ajeno a la ciudadanía, es lugar donde proliferan conductas incívicas y denigrantes, vandalismo, botellón, prostitución, venta de drogas callejera, mendicidad organizada, delincuencia juvenil, daños en el mobiliario urbano, arrojo de papeles, colillas y basuras a la vía pública, haciendo deyecciones los perros sin recogerlas los mal educados. Olores pestilentes, ensordecedores ruídos de coches por el día y música molesta y estridente en la noche procedente de bares de copas, enseñando la infracultura imperante la depravación del sexo, los vicios y la práctica de la violencia. La calle es lugar de discordia ciudadana y carne de revolución cuando faltan en el emplazamiento cotidiano de interacción social de la ciudad, el espacio público, la presencia impecable de la Autoridad y sus agentes, avalados por políticas honestas y valientes.
Los poderes públicos, en su política de erradicación de la delincuencia, tienen que promover con urgencia las condiciones favorables para el progreso social y el acceso a la cultura de todos los ciudadanos y su policía debe ser ejemplar. Aplicar políticas de seguridad en sentido estricto y no de prevención de los delitos en la sociedad de la información agrava la indignación social, cuando lo que más falta hace es educación y menos controles policiales. Educar la conciencia hacia el medio ambiente que nos rodea es una labor prioritaria que tiene una influencia decisiva en nuestra conducta para abandonar malos hábitos y conducirnos en el buen sentido. Invertir en educación es activar los recursos humanos más valiosos para la prosperidad. Educar y enseñar que la Libertad es el primer valor superior de nuestro ordenamiento jurídico, según dispone el artículo 1 de la Constitución Española. Libertad es la causa, la seguridad su efecto.
Tarde o temprano juzgaremos que la calidad de un servicio policial no es excelente si no se acepta como tal por la ciudadanía. Cuando los problemas planteados son resueltos con eficiencia, prestigio y calidad en el servicio se reconoce la condición de autoridad pública y la excelencia, y los ciudadanos incrementarán su sentido de pertenencia a la ciudad, a su barrio, y lo cuidarán defendiéndolo como propio reprobando los peligros que genera distanciar la policía de los barrios al convertirse éstos en lugar de nadie.
La era de la información está produciendo el cambio de conciencia. El nuevo paradigma policial es imparable. La Constitución dispone lograr una Administración descentralizada, desconcentrada y eficaz y en esta dirección cabe el modelo señalado para las policías Locales que conformarán la Policía de Barrio del siglo XXI en aras de lograr una policía más ágil, respetuosa con el medio ambiente e integrada en la sociedad a la que sirve.
Autor: José Luis Rodríguez Velasco