Muchos son los que creen que ante una acción hostil, contra ellos, sabrán y podrán actuar de modo eficaz. Estos, suelen ser los que, ante comentarios, noticias o episodios vividos por terceras personas, apostillan que ellos, en esa misma situación, hubieran hecho “esto, aquello o lo otro” pero siempre, en cualquier caso, hubieran actuado mejor que el protagonista de la noticia comentada. La mayoría, seguramente, se deja llevar por la ignorancia y el desconocimiento de todo lo que comporta un ataque mortal y una defensa extrema.
El motivo por el que estas cosas pasen, entre otros, puede ser por la mala o nula formación táctica y técnica que, como norma general, se posee en el seno de las Fuerzas de Seguridad. Puede que el motivo sea la falta de mentalización, y conocimiento, de todo aquello que rodea al ataque y a la defensa. Tal vez solo son cosas de la televisión y de Hollywood, que tanta influencia negativa suelen tener. Lo que sí creo es que quien de ese modo se expresa, NO ha pasado jamás por una situación límite de verdad. Posiblemente, solo ha vivido momentos dulces en sus actuaciones policiales -este tipo de comentarios nace, casi siempre, en el seno de la comunidad profesional de la seguridad o la defensa-. Casi con total seguridad, los que creen que lo hubieran hecho mejor, -ellos no lo dudan- habrán vivido situaciones tensas, pero jamás muy cerca de la muerte, por suerte para ellos, y para sus familias.
En mi opinión, la culpa la tiene, principalmente, la mala mentalización profesional. Desde que una persona ingresa en la comunidad policial está oyendo frases hechas; no deja de oír siempre lo mismo: “…nunca pasa nada…” “…para las veces que voy a tener que disparar, mejor no entreno…” “…si sacas el arma de la funda, te metes en un lío…” “…esas cosas solo le pasan a los que se meten donde no les llaman: yo, no me complico la vida, paso de todo…” Ante frases como esas, -y ustedes saben que son frases mil veces oídas- los funcionarios policiales suelen reaccionar tomándolas como dogmas de fe y sobre todo aquellos -me gustaría pensar que minoría- que no están comprometidos con la profesión y con la persecución del delito.
Otros, seguramente mayoría, simplemente se han creído las cosas que han oído, pues no solo las oyen de compañeros sino que, esas leyendas urbanas, las han oído de la boca de los que, para él, son referentes, esto es: mandos, cargos políticos o instructores y profesores. Si los que deben alentar al servicio eficaz y fomentar la adecuada y continua formación, se dedican, por ignorancia, a promover lo contrario, el fiasco está servido.
En España se debería, de una vez por todas, incluir en los programas formativos policiales, no solo un mayor número de horas prácticas de tiro y armamento, sino también un aumento de horas lectivas de clases teóricas. En el área teórica, se hace necesario incluir el estudio de las condiciones fisiológicas que un ser humano alcanza cuando entra en estrés de combate, esto es: cuando se enfrenta a una situación de vida o muerte. Para incluir la Fisiología del Enfrentamiento en los programas formativos de las Escuelas y Academias de Policías, habría que, a la par, cambiar los programas de formación de fuego real.
Fisiología humana: asignatura policial
Deben saber los policías que, cuando se encuentren en una situación real de enfrentamiento a vida o muerte, (aunque no lo sea, ellos pueden así percibirlo) sufrirán, de modo automático, una serie de cambios psicofísicos que les impedirán actuar del modo que están acostumbrados a hacerlo en el aula de entrenamiento. Así pues, aumentará el ritmo cardíaco, también la temperatura corporal y, con ello, llegarán el sudor y la adrenalina. Su sangre se dirigirá hacia los músculos que más lo precisen en ese momento y éstos serán, generalmente, la musculatura de las extremidades y otros grandes grupos musculares. Personalmente, he visto a profesionales acercarse a esos extremos de la fisiología, y no crean que los estaban intentado matar: simplemente, no sabían controlar una situación policial violenta y quizás delicada, pero no letal. Esto, seguramente esté ligado a la falta de experiencia real en conflictos violentos, unido, también, a ciertas dosis de alejamiento del compromiso.
Mientras se producen los cambios fisiológicos antes referidos, llegará menos sangre y oxígeno a los dedos y a los demás órganos que, directamente, no intervendrán en la acción defensiva. Por ello, se perderá la habilidad digital, o Habilidad Motora Fina. Cuando esto último ocurra, desabrochar la funda, quitar o poner el seguro del arma o cambiar de cargador, -manipulaciones digitales- serán tareas sumamente complicadas. Esto le pasará incluso al tirador experimentado. Pasará, incluso, cuando se posea pericia en el manejo de las armas. También le ocurrirá todo esto al que posea experiencia real de combate solo que, a éste, le pasará, -igual que al que está muy entrenado- más tarde. Normalmente, se llegará a esta situación cuando las pulsaciones superen las 120 por minuto. Aún así, algo positivo se obtiene de este grado de estrés: alta capacidad de atención y alerta. Es el mejor momento para atacar, o defenderse.
Se sufrirán, de modo automático, otros cambios que no serán controlados por la voluntad del que sufre la agresión letal. Quien ya haya detectado el ataque y lo esté sufriendo, alcanzará las 155 pulsaciones por minuto, e incluso más. Llegados a ese extremo, se perderá la Habilidad Motora Compleja, esto es: la capacidad cognitiva -decidir, pensar y actuar de modo acertado, coherente y súbito- Asimismo, se perderá también la capacidad de realizar varias tareas a la vez, como pudieran ser dar órdenes al agresor, pedir apoyo por el transmisor, memorizar matrículas o características del agresor, moverse, desenfundar y disparar. Acabado el encuentro, si se sigue con vida, se sufrirán lagunas temporales de memoria.
Finalmente, cuando ya el combate esté acabado y tanto si se ha sucumbido como si no, se perderá la Habilidad Motora Gruesa, que no es más que la capacidad de resistencia que el cuerpo obtiene a través del “cóctel” de hormonas y esteroides que se habrán disparado por todo el organismo. Estas hormonas, entre otras, son: adrenalina, noradrenalina y cortisol. La Adrenalina es una hormona que, en situaciones de peligro y alerta, es segregada por las glándulas suprarrenales y aporta al cuerpo glucosa, aumento de ritmo cardiaco, dilatación de las pupilas y aumento de la tensión arterial. La Adrenalina proporciona al cerebro sensación de bienestar y por ello, se dice que la adrenalina es adictiva. En esta situación será imposible hacer un uso correcto de los elementos de puntería del arma.
La Noradrenalina, junto con la Adrenalina, participa en la elevación del ritmo cardíaco y en la liberación de la glucosa. El Cortisol, entre otras acciones, libera, en situaciones de estrés, grandes cantidades de glucosa. La Glucosa aporta energía a los músculos y en general al organismo. Esta energía durante un enfrentamiento o lucha física, será de gran valor para soportar la contienda hasta el final, máxime si se está herido. También el oído se verá mermado en sus capacidades. Tanto es así que, durante un encuentro de este tipo, perderemos más del 80% de capacidad auditiva. Es, por tanto, más cercano a la realidad, el entrenamiento de tiro profesional que se efectúa con medios de protección auditiva.
Un cambio necesario
Por todo lo que anteriormente se ha dicho, es de sentido común que las técnicas de tiro tradicionales que se enseñan en la mayoría de las Academias sean renovadas, o quizás, sustituidas en su mayor parte. Esas técnicas, como por ejemplo la Weaver, -que requiere ser aprendida para saber donde hay que poner un pie, donde hay que poner el otro, en que dirección dirigir un brazo y después “colocar” el otro- no van a funcionar correctamente, casi nunca, en situaciones reales de enfrentamiento. Por ello, el cambio de filosofía en los entrenamientos hay que hacerlo a favor de técnicas sencillas, naturales y de rápida asimilación. En todo caso, las técnicas “complicadas” o que requieren de la participación de varios grupos musculares, o de la presión muscular y articular irregular y no homogénea, quizás funcionen en personas muy entrenadas; y aún así, incluso esas personas se habrán visto mermadas en sus capacidades y, por tanto, no serán tan eficaces como en los entrenamientos.
En situaciones reales de enfrentamiento, TODO ser humano verá mermadas sus capacidades psicofísicas. Cuando el Sistema Nervioso Simpático se activa -en situaciones detectadas que requieren de Alerta-, lo hace de modo automático, como ya antes se explicó someramente. Por tanto, nadie puede evitar las naturales y autónomas reacciones del organismo, ni tan siquiera con el entrenamiento se consigue evitar. Eso sí: un adecuado entrenamiento hará que el operador se sienta seguro de sí mismo y eso puede ser vital. En este caso, el agredido podrá, gracias al entrenamiento y a la autoconfianza, adelantar o retardar sus respuestas tácticas con lo que, en cualquier caso, la eficacia será siempre mayor frente al que no está entrenado y confiado de sí.
El Coronel del ejército norteamericano Rex Applegate, en su famosa conferencia de febrero de 1998, en Seattle, Washington, hizo referencia a los estudios del fisiólogo Bruce Siddle, el cual estudió el comportamiento humano ante enfrentamientos armados con armas cortas. El destacado y comprometido científico sostiene que: “…la activación el sistema nervioso simpático, (sistema autónomo) produce la dilatación de las pupilas. La reducción en el flujo de sangre a la periferia de la retina, provoca incapacidad para usar el ojo dominante. El resultado es la pérdida de la visión cercana y la capacidad de enfocar en el punto de mira del arma, enfocando la vista hacia la amenaza.
Así las cosas, se colapsa la visión periférica y se fuerza una visión binocular. Esta última respuesta de adaptación visual del sistema nervioso autónomo hace que la cabeza y el cuerpo se orienten de frente a la amenaza, fundamento de la posición Isósceles -posición de tiro a dos manos que alcanza la simetría de los brazos de modo muy natural- Cuando alguien percibe que su vida está en peligro, el sistema nervioso autónomo se activa de forma automática, y sus reacciones son incontrolables.
Tanto el militar Applegate, como el científico Bruce Siddle, son reputadísimos expertos -Applegate falleció en 1998- en estas materias. Pero sin embargo, y pese a que son seguidos y estudiados en todo el mundo, los viejos y arcaicos métodos de enseñanza de tiro de respuesta o tiro policial no son totalmente modificados. Estos dos personajes, como otros tantos que serán mencionados en este trabajo, hace años que, basándose en experiencias personales de enfrentamientos, y en el análisis de otros tantos encuentros armados, en los que no fueron protagonistas, han defendido la necesidad de instruir en el tiro defensivo y reactivo usando técnicas sencillas. Fomentan, para determinadas situaciones de reacción, técnicas tan básicas como la respuesta de tiro a una mano.
Así pues, ambos defienden el empleo de la técnica Isósceles Moderna y de la técnica Point Shooting -técnica de tiro defensivo a una mano-. Esto que muchos instructores defendemos hoy, y que en 1998 fue apostillado por el propio Applegate, fue mucho antes postulado por otros dos hombres míticos: William Fairbairn y Eric A. Sykes, ambos, británicos. Estos, hace más de 70 años ya apostaban por técnicas de fácil y natural adopción para la defensa. Asimismo, apostaban por la defensa agresiva. (Continuará...)
FUENTE: http://tirodefensivocampodegibraltar.blogspot.com