Este síndrome fue descrito inicialmente por Gardner en 1985, y lo definió como un trastorno surgido en situaciones de custodia disputada, y que se manifiesta en el menor que lo padece como una campaña de denigración contra el progenitor rechazado. Se establece así una dicotomía radical entre el padre “bueno” y el padre “malo” que puede tener nefastas consecuencias en la relación parentofilial. El auge de las separaciones – aunque estas épocas de crisis hayan sido testigos de un disminución por vez primera – ha llevado a que las partes enfrentadas suelan utilizar este síndrome como argumento contra la otra parte.
Alrededor de 90.000 parejas se separan cada año en España, y un tercio de las separaciones contenciosas provoca graves consecuencias para los hijos durante toda su vida. Normalmente, el SAP es un proceso en el que uno de los progenitores – normalmente el que tiene la guarda custodia – inculca el odio en el niño para que rechace al otro progenitor.
Puede parecernos extraño que un padre o una madre quieran hacer “conscientemente” daño a sus hijos, que, en principio, es lo que uno más quiere en esta vida. Sin embargo, no debemos valorar esta actitud como un deseo consciente de uno de los progenitores a hacer daño al niño, sino que tales comportamientos suelen tener su origen en las dificultades que muestran algunos padres o madres a la hora de resolver los conflictos que tienen entre ellos. El niño/a se convierte así en el vehículo de solución de sus problemas.
Este proceso puede iniciarse en cualquier momento tras la separación. Un detonante puede ser que uno de los ex cónyuges intente rehacer su vida sentimental con otra persona o que el progenitor alienador sienta que ha perdido parte de su papel con su hijos (que ha pasado a segundo o tercer lugar).
A partir de aquí, el progenitor alienador puede marcarse como objetivo alejar a los hijos del otro progenitor, y para ello comienza a influir en ellos de manera negativa hacia la otra persona. Es ésta unja actitud muy destructiva para el niño, pues se le somete a una batalla de lealtades en la que se le exige su posicionamiento en todo momento (“estás conmigo o contra mí”) fruto de este “lavado de cerebro”, de la presión ejercida, se ha constatado que el niño puede olvidar episodios vividos o incluso afirmar haber vivido otros que no son ciertos. En casos extremos de SAP el niño puede llegar incluso a afirmar haber sido maltratado por su padre, no siendo esto verdad en absoluto.
Este proceso culmina cuando el hijo o la hija a cargo del progenitor que tiene la custodia ya no quiere estar con el otro progenitor y su familia. Puede llegar incluso a insultarlo. El progenitor alienado tiene que aguantar los continuos desprecios e, incluso, soportar denuncias de maltrato hacia la ex pareja o de abusos a sus hijos.
Un buen número de intervenciones policiales tienen que ver con discusiones entre parejas ya separadas relacionadas con la relación con los hijos. Muchos padres y madres (aunque es mayor el número de padres, ya que en nuestro país, sin razones científicas que lo avalen, todavía se sigue entregando la guarda custodia a las madres) terminan actuando con violencia verbal o física ante la situación de indefensión y desesperación en la que se encuentran. Con ello sólo terminan dando la razón al progenitor alienador que, de cara a la sociedad y al agente que ha venido alertado por la situación, tiene ahora “pruebas” que mostrar.
En todo este entramado se olvida que la auténtica víctima de la triste situación es el propio niño, que ve cómo se afecta seriamente su desarrollo psicoafectivo. Para estropear más las cosas, pensemos en la lentitud con la que la Justicia aborda éste y otros muchos temas.
Autor: Fernando Pérez Pacho.
Psicólogo desde hace casi 3 décadas, con título de Especialista en Psicología Clínica. Amplia experiencia en la formación a cuerpos de seguridad y personal de emergencias.
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