La violencia hacia la pareja continúa tras la ruptura. Un predictor importante para ello es que la pareja tenga hijos. Además, se ha comprobado que los daños que causa en los niños el ser testigos de esta violencia es mucho mayor de lo que antes se pensaba. Estos son algunos de los resultados de la tesis doctoral realizada por Solveig Vatnar, investigadora de la universidad de Oslo.
Para este trabajo entrevistó a 157 mujeres víctimas de violencia de género. Según la autora, “el análisis muestra que es más probable que la violencia continúe tras la ruptura en el caso de las mujeres con hijos, sin que la duración de la relación tenga importancia.” En pocas palabras: ser madre no protege a una mujer de la violencia. Tampoco tiene importancia para la gravedad de la agresión, el tipo de heridas sufridas, la frecuencia de los episodios de violencia o si se percibe ésta como una amenaza para la vida.
Si la pareja tiene hijos, se incrementa el riesgo de que la violencia continúe tras la ruptura. Muchas mujeres que vuelven con sus parejas – a pesar de haber sido objeto de agresiones – dicen que una de las principales razones para ello es “por el bien de los hijos” que tienen en común. Pero el estudio de Vatnar muestra que, incluso aunque los niños no hayan sido objeto de agresiones, el hecho de que hayan sido testigos de la violencia entre sus padres les coloca en riesgo de acabar metidos en relaciones similares en el futuro. “Los niños que son testigos de violencia física entre sus padres se encuentran en mayor riesgo de acabar también en relaciones violentas que si ellos mismos hubiesen sido víctimas de la violencia física de sus padres.”
Por lo tanto, los niños testigos de esta violencia tienen más probabilidades de mantener relaciones violentas en un futuro.
Las investigaciones previas que se han realizado sobre este tema han mostrado que el consumo de alcohol/drogas es una de las causas más importantes de la violencia. Vatnar confirma que la violencia ocurre más a menudo en relaciones en las que uno o ambos miembros de la pareja consumen alcohol/drogas. Sin embargo, los resultados de las investigaciones indican que el 75% de los episodios violentos tenían lugar cuando ni el agresor ni la víctima estaban ebrios o colocados. Esto se aplica fundamentalmente al caso de la violencia física, ya que en los casos de violencia psicológica o sexual la implicación del alcohol/drogas resulta todavía menor.
“Esto sugiere – afirma Vatnar – que aunque consigamos erradicar la violencia asociada a consumo de alcohol/drogas, todavía quedarían vigentes la mayoría de los episodios violentos.”
Vatnar también ha encontrado variaciones entre los diferentes tipos de violencia. En concreto, la violencia física disminuye durante el embarazo, mientras que la frecuencia y la severidad de la violencia psicológica , además de la frecuencia de la violencia sexual, permanecen estables durante el embarazo.
Fuente: Information Center for Gender Research, 2009. Partner Violence Continues after Break-Up