El policía se encuentra ante situaciones frente a las que debe tomar algún tipo de decisión. Frente al ciudadano, el policía debe decidir si le da una citación, le arresta o le deja marchar con un aviso. Muchas veces, las respuestas que se dan no son del todo consistentes, y dependen tanto de la situación concreta, del delito, de la personalidad y características del policía y de los antecedentes demográficos del delincuente.
Revisión de la literatura
En una investigación realizada en 1994 (Icove, 1994) se encontraron diferencias sorprendentes en las prácticas policiales y la toma de decisiones. Comparados con otros grupos, se encontró que los policías eran más severos en el trato con los violadores de la libertad condicional y con los implicados en temas de drogas, alcohol, prostitución y vandalismo. Se encontró que la toma de decisiones del policía estaba relacionado con su experiencia como policía y su nivel de educación. Cuanto mayor era su nivel de educación, el policía trataba con menor dureza al delincuente. También se encontró que los policía mostraban un trato más duro durante los primeros años de servicio; se volvían más tolerantes en los años intermedios, volviendo a ser más duros al final de sus carreras.
La toma de decisiones discrecional del policía se encuentra estrechamente unida al concepto de su ética y moralidad. Cohen y Feldberg (1991) señalan que "el policía tiene una considerable mayor autoridad sobre otros que la mayoría de las personas en nuestra sociedad y, en consecuencia, tienen más oportunidades de emplear la autoridad de formas inaceptables." Por consiguiente, la toma de decisiones por parte de la policía es, en ocasiones, el resultado de juicios personales y sesgos naturales.
Desde un punto de vista psicológico, la toma de decisiones abarca una amplia variedad de procesos cognitivos. La habilidad para organizar los datos, para sintetizar estos datos y para traducir los resultados en el resultado conductual apropiado, es, ciertamente, un proceso complicado. No sorprende pues el hecho de que el policía pueda tomar decisiones basadas en la conducta del sospechoso y en la interpretación que hace de esa conducta. La conducta del sospechoso puede ayudar al policía a reunir información concreta en relación a la situación, a evaluar el peligro potencial de la situación y a elaborar estrategias efectivas para abordar el problema.
Klinger (1994) descubrió que la conducta de los ciudadanos tiene un impacto sobre la decisión de los policías para arrestarlos. Este autor detalló un proceso en dos fases a través del cual el agente interactúa con el ciudadano: (1) una fase de "pre-intervención", que contiene las circunstancias que llevan al policía a actuar con el ciudadano, y (2) una fase de "interacción" que comienza cuando el policía trata con el ciudadano y termina cuando las dos partes se separan. Durante estos encuentros, la conducta del ciudadano entra en juego e influye en la posibilidad de arresto por parte del policía. Sin embargo, se encontró que la conducta tenía un efecto sobre la decisión de arrestar por parte del policía sólo cuando estaba implicada una conducta ilegal.
R. J. Lundman encontró que los efectos de la conducta variaban en relación a cómo se presentaba ante el policía la conducta del ciudadano. Más específicamente, la raza y la clase social tenían efectos sobre la decisión de arrestar. Los miembros de minorías eran arrestados con mayor frecuencia. También se citaba con mayor frecuencia a los miembros de las clases económicas altas, debido a la creencia del policía de que estas personas pueden hacer frente mejor a las multas económicas.
El policía se enfrenta a diversas y complicadas situaciones a diario. La decisión de arrestar o no varía en función de la experiencia del policía y de las influencias externas. La "tesis de indulgencia", por ejemplo, señala que la policía trata menos punitivamente a los hombres que maltratan a sus mujeres que a otros delincuentes violentos. De hecho, la investigación ha demostrado que el 13% de los casos de agresión hombre-mujer acaban en arresto, mientras que lo es el 28% de otro tipo de agresiones. Estos resultados indican que la policía toma decisiones basadas en determinados aspectos de la situación, algunos de los cuales pueden ser sesgos personales individuales.
Está claro que el policía toma decisiones discrecionales basadas en una serie de factores. Estas decisiones están basadas en diversas influencias internas y externas. Estas influencias permiten al policía sopesar estos factores y tomar decisiones basadas en su nivel de autoridad percibido.
Los métodos que emplea la policía para manejar delitos graves y no tan graves se han investigado con el propósito de comprender mejor el proceso de toma de decisiones global de la policía. El propósito de estas investigaciones es establecer directivas de actuación consistentes. Crank (1992), por ejemplo, encontró que factores como la presencia de minorías, la localización de la comisaría de policía, el número de policías en el cuerpo, la tasa de supervisión de los departamentos y otras variables correlacionaban significativamente con el número total de arrestos efectuados.
Empleo de la fuerza
La decisión de emplear la fuerza en la detención de un ciudadano, sea ésta excesiva o mortal, se encuentra, en última instancia, en las manos del policía en el momento del conflicto.
Revisión de la literatura
Junto a la creación de estándares más definidos para el empleo de la fuerza, se encuentra la exploración de los motivos, conductas y proceso de toma de decisiones que subyacen a estas acciones.
Sin embargo, las explicaciones más recientes sobre el empleo de la fuerza sugieren que los estándares de trabajo para el empleo de la fuerza son difíciles de aplicar, ya que muchas actuaciones policiales en este sentido se deciden en una fracción de segundo; lo que tarda el policía en muchas ocasiones para analizar la situación. Este análisis suele ir acompañado de un fuerte estrés y la posibilidad de que la situación pueda amenazar la propia vida. Algunos expertos señalan que puede no ser muy realista esperar que, bajo estas circunstancias, el policía pueda tomar decisiones apropiadas.
Binder y Scharf (1980) estudiaron las circunstancias que se desarrollaban durante un conflicto y desarrollaron un modelo en cuatro fases que describe los pasos implicados en la decisión final de emplear una fuerza intensa. Este modelo señala que "el encuentro violento policía-ciudadano es un proceso en desarrollo en el que conductas sucesivas por parte del ciudadano o el policía, o de ambos, hacen que sea más o menos probable un resultado violento." El modelo consiste en la Fase de Anticipación, la Fase de Entrada y Contacto Inicial, el Intercambio de Información y la Fase Final. Cada fase describe los detalles emocionales y ambientales a medida que se transforman en situaciones potencialmente violentas. La Fase de Anticipación se refiere a la implicación inmediata del agente cuando se le llama para intervenir y la información que se le transmite al respecto. La Fase de Entrada y Contacto Inicial incluye lo que se encuentra el policía cuando llega a la escena y el desarrollo de la crisis. La Fase de Intercambio de Información consiste en todo el intercambio verbal y no verbal entre el sospechoso y el policía, y que también contribuye a la evaluación del agente sobre la peligrosidad de la situación. En la Fase Final, el policía toma la decisión de emplear o no la fuerza incorporando la información recibida en las fases previas, las consiguientes conductas del sospechoso y las amenazas inmediatas.
Una forma de combatir el empleo innecesario de la fuerza es incorporando programas de entrenamiento efectivos que prepare a los policías para tomar decisiones rápidas en este sentido. Determinar políticas sobre los criterios adecuados para el empleo de la fuerza puede servir para que el agente de policía reconozca los elementos clave implicados. Estos elementos clave incluyen niveles de respuesta específicos por parte del agente que deben ser evaluados durante el curso de la confrontación. Proporcionar a los agentes niveles de respuesta apropiados, como un diálogo adecuado y directrices verbales con el ciudadano, medidas adecuadas de contención, etc, podría aliviar algunas de las situaciones derivadas de la toma de decisiones en fracciones de segundo. Además, tales políticas podrían tener en cuenta factores relacionados con el sujeto, como la edad, complexión, número de agentes presentes y los requerimientos legales, entre otros.
Otra forma efectiva de prevenir el empleo innecesario de la fuerza consiste en la observación y tratamiento de aquellos policías que muestran una mayor propensión hacia la violencia.
Registrar el comportamiento de los agentes sobre el terreno puede servir de pauta de imitación para otros policías.
Autor: Fernando Pérez Pacho.
Psicólogo desde hace casi 3 décadas, con título de Especialista en Psicología Clínica. Amplia experiencia en la formación a cuerpos de seguridad y personal de emergencias.
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